Lena paseaba por las calles del barrio de Montmarte saboreando cada color,sabor y olor. Como si de una fotografía se tratase guardaba cada instante en su memoria. Tal vez, ese señor misterioso que cada mediodia, a las 12:05, se sentaba en el café de la esquina, el llamado "Deux Moulins", esperando a alguien hasta la 1:05. Lo curioso es que nunca, nadie, había acudido a esa supuesta cita. Él, a la hora en punto, pagaba su café, cogía su abrigo, su sombrero, y tal y como había llegado, se iba, con las manos en los bolsillos... sin dejar rastro.
Mientras seguía paseando se fijo en un gato que se colaba dentro de una casita típica del barrio. A veces pensaba que le gustaría ser un gato. ¿Cuántas casas había visto ese gato? ¿ Cuántas escenas habia presenciado? Tal vez, risas, una madre discutiendo con sus hijos, un par de enamorados demostrándose su amor, una reunión de amigos viendo la tele, tal vez un reencuentro.. o una despedida. Ahora mismo ese gato había entrado por unos minutos en la vida de alguien, y solo Lena se había dado cuenta.
Sin darse cuenta había pasado por delante de su pintor favorito sin observar sus cuadros. Para algunos era otro pintor y otro montón de obras como todas las otras, para ella, esas obras eran las más especiales. Pocos podían entender su significado, y ella, estaba orgullosa de ser una de ellos.
Cuatro calles más abajo, había la plaza de la Gallete, donde vendían los caramelos más exquisitos de la ciudad. Antes de entrar, el sonido de la campanilla le invitó a pasar. Había de todos los sabores y ese olor, perfumaba toda la tienda. Era como estar en el país de los colores y de los sabores más dulces. Ella, como siempre, por mucho que Georgette le invitase a probar otros caramelos, sólo cogía de límon, 10 para ser exactos. Georgette nunca lo entendía, siempre cogía un numero distinto de caramelos. Lena, se reía por dentro, si la mujer hubiese mirado cada el dia el calendario y hubiese contado los caramelos lo habría entendido.
Al salir, saludó a Paul, el propietario del café de enfrente. Lena, miró el reloj blanco y negro que llevaba en su muñeca y se apresuró, era tarde. Mientras iba subiendo, sin poder resistir a la tentación, abrió la bolsita que contenía los 10 caramelos. No se lo podía creer... sólo había 9. Su mente, al cabo de un segundo, dio con la conclusión de que algo extraño le iba a suceder. Antes de volver a levantar la vista de la bolsa Lena ya había chocado con algo, más bien, con alguien.
Sus ojos se encontraron con otros, grandes y oscuros. Directamente bajo la vista hasta sus manos. Entre ellas, tenía otra bolsa, la misma que la de Lena. Ella, sin pensarlo sonrío y miró al chico. Él le devolvió la sonrisa y se fue corriendo, dejando a una Lena desconcertada. Al cabo de un minuto reaccionó y volvió a intentar subir esas escaleras sin ningún otro obstáculo en medio. Pero antes de terminar su frase en su mente, vió algo en el suelo. Se agachó y, cuidadosamente, con sus manos, lo cogió. Era un caramelo. El que le faltaba para tener los 10, y lo mejor, era de su sabor favorito, de limón.
Alguien dijo una vez que si deseas algo con mucha fuerza, déjalo en libertad. Si vuelve a ti, será tuyo para siempre. Si no regresa, no te pertenecía desde el principio.
Un besito de limón,
Elena.